Desde pequeña sabía que quería ser psicóloga. Siempre he tenido un don especial para la escucha, y parecía que las reflexiones y consejos que daba a mis amigas, fluían de manera innata y mágica a través de mi boca.
A los 18 años empecé mis estudios en la universidad de psicología de Valencia, al tiempo que fui voluntaria en un centro de menores donde aprendí otra realidad desconocida para mi y que me enseñó mucho sobre cómo tratar con adolescentes.
No había terminado la carrera cuando empecé como educadora en el psiquiátrico de Bétera, otro de mis grandes aprendizajes sobre la locura y la cordura, a la par que muy enriquecedor y divertido.
Mis prácticas de último año de psicología fueron en servicios sociales, donde empecé a trabajar como psicóloga, nada más terminar la carrera. También trabajé en una asociación que ayudaba a los presos a reinsertarse e hice varios talleres dentro de la cárcel de Picassent.
Hice el máster en terapia Gestalt y esto fue un crecimiento personal muy potente, ya que teníamos terapia individual y grupal dentro de la formación, y le di una vuelta entera a mi vida, con el crecimiento que esto me supuso.
Seguí varios años trabajando en servicios sociales de Moncada, hasta que me trasladé a vivir a Cuenca, donde trabajé en un centro de la mujer en San Clemente, y luego volví a los servicios sociales en Motilla del Palancar.
Mi vida transcurría tranquila y feliz, hasta que en 2009 perdí a mis dos niñas en un parto complicado, y esto cambió mi vida. Necesitaba respuestas de por qué había vivido esa experiencia, y esto me llevó a buscarlas en las constelaciones familiares, la biodescodificación y otras terapias regresivas e incluso más espirituales. Encontré las respuestas que necesitaba y además se me abrió un nuevo mundo, un nuevo concepto de la psicología y de la vida. Me formé en ello, a la par que hacía terapia, y me reinventé como persona y cómo profesional. También apareció Un Curso de Milagros y todos los libros, talleres y vivencias que lo acompañan , transformando aún más mi manera de ver la realidad en la que vivimos, y esto me resultó muy liberador.
Ahora, he adquirido un don para acompañar, mucho más profundo y completo, que antes no poseía, y creo que puedo aportar mucha luz a personas que se encuentren perdidas o con algún problema en concreto.
Mi nombre es Tránsito, y cómo bien dice, estoy siempre en proceso de cambios. Yo pensaba que este nombre me condicionaba a mi, pero ahora he descubierto que vengo a acompañar a otras personas en los tránsitos de su vida, ya sea de la vida a la muerte, de la oscuridad a la luz, o del sueño al despertar… Mi misión, es acompañar en el camino de la vida, a quien me pongan en el camino.