Desde pequeño(a) te han educado a ser respetuoso(a), complaciente, amable, a no faltar al respeto, a ser una buena persona… porque son normas sociales de educación, y todas estas creencias y normas quedan grabadas en nuestro inconsciente como verdades absolutas. Pero estas normas sociales de convivencia y educación no deberían oponerse al respeto y anular la capacidad de poner límites, debería haber un equilibrio entre dónde estás tú, y dónde está el otro.
Este es uno de los motivos principales que nos lleva a ser incapaces de decir no cuando somos adultos(as). Las creencias que llevamos grabadas desde la infancia de que tenemos que obedecer, ser buenas personas, no quejarte… Nos ocurre tanto en nuestras relaciones familiares, sociales, así como en el trabajo, y esto acaba generando en nosotros sensaciones de baja autoestima, culpabilidad y frustración. Además de rabia, ansiedad y otras consecuencias físicas como dolores musculares, fibromialgias, e incluso cáncer.
Pero…, ¿qué quiere decir ser buenas personas? Si ser buena persona implica anularte y complacer a los demás, debes cuestionarte no ser tan buena, ya que esa actitud te hace daño a ti.
Nos educaron para respetar a la autoridad y ser obedientes, pero si eso frustra tus sueños y limita tu personalidad, a lo mejor puedes decir “NO”, y no pasaría nada. ¿Has probado a hacerlo? ¿Te sientes culpable por ello?
Se habla mucho de aprender a poner límites, de respetarnos, de decir no, pero cuando lo hacemos, somos juzgados(as), presionados(as) e incluso, excluidos(as). Las confrontaciones generan tensión porque no se respeta la diferencia y se intenta imponer un miedo que genera bloqueo e incapacidad a expresar abiertamente lo que se desea. Ante estas reacciones aparece un sentimiento de culpabilidad que hace muy difícil ser asertivo(a) en estas circunstancias, pero no es imposible.
Motivos por los que no ponemos límites
- Miedo al clonficto y al rechazo
- Baja autoestima
- Exceso de culpabilidad
- Los silencios, no expresarse
- Poca inteligencia emocional
- Indecisión a la hora de tomar decisiones
- Pocas habilidades sociales
- Falta de asertividad
El miedo a decir «NO» y que te rechacen es muy común, y por eso la mayoría de las personas permiten cosas que no desean, por temor a quedarse solas.
Uno de los límites que más nos cuesta poner es con respecto a nuestro cuerpo, y donde más conflictos nos encontramos. La sociedad dice que tu cuerpo tiene que ser de tal manera: 90, 60, 90, con tetas grandes, cuerpos delgados y al servicio de unas modas que no quieren tu bienestar, sino, tu sometimiento. Pero cada cuerpo es diferente y hay que aceptar esa diferencia. Todos son maravillosos y perfectos si los miramos con amor, pero, por el contrario, es uno de los motivos que más sufrimiento genera. Y como queremos ser aceptados(as), permitimos esos juicios, nos rechazamos y nos esforzamos por tener ese “cuerpo perfecto”, a pesar del esfuerzo innecesario que requiere.
No te das cuenta, pero estás condicionado(a) por un sistema que de una manera sutil te encamina a ser de una determinada forma, para ser reconocido(a) o aceptado(a) por los(as) demás. ¡No es justo! Y parece que hablo de mujeres, pero también hay miles de hombres que se sienten exactamente igual, sometidos a unos patrones que no son reales para la mayoría de la población.
Por otra parte, los cuerpos son invadidos por otras personas constantemente. De padres a hijos cuando les pegan por no obedecer, parejas que se creen que su compañera es una muñeca a su servicio, familiares que por el placer de un momento traumatizan a criaturas inocentes, jefes que te explotan sin respetar tus horas de descanso… Pero a todo esto, puedes poner límites si así lo deseas.
Es hora de decir “YA BASTA”, de decir “NO QUIERO” y de enseñar a nuestros(as) hijos(as) a respetarse a sí mismos(as) y a los(as) demás con nuestro ejemplo.
Te invito a ver mi vídeo en Youtube «De qué manera afectan los juicios mi vida»
¿Cómo podemos hacerlo?
1. El primer paso es revisar todas esas creencias de complacencia y obediencia, y cambiarlas por otras más respetuosas y constructivas para ti.
Si haces esto, esas emociones negativas de frustración desaparecerán y sacarás el valor necesario para poner límites y que otros(as) no te invadan.
Yo antes quería complacer a todo el mundo por mi creencia de que tenía que ser buena persona, pero eso me llevaba a hacer cosas que no me apetecían. Hoy digo “no”, y me siento genial de respetarme. Y cuanto más lo digo, mejor me siento y más ganas tengo de decir “hasta aquí”.
2. Desmonta la culpabilidad, y asume dónde está tu responsabilidad y la del otro(a). Al empezar a poner límites te sientes mal porque no estás acostumbrado(a) y crees que otro va a sufrir por tu culpa, pero eso no es cierto. Si el otro decide sufrir, es su responsabilidad, tú solo te estás respetando. Aprender esto te va a dar mucha libertad.
Si realmente alguien te quiere, no te va a rechazar por poner un límite, de hecho, va a valorar tu firmeza y va a respetar lo que desees.
Puede ser que al principio les sorprenda e incluso les puede resultar incómodo, pero al final se acostumbran y si te quieren de verdad, los aceptarán bien. Y si no los aceptan, es porque no te quieren.
3. Potencia tu asertividad. La asertividad es una herramienta muy importante a la hora de relacionarte con los(as) demás, ya que te permite comunicar de forma clara lo que necesitas, quieres o no te gusta. Cuando no hay asertividad, te es más difícil poner límites y puedes encontrarte que los demás se aprovechen de ti.
Has aprendido a callar por miedo a generar un malestar a otros(as), pero esos silencios no ayudan, solo prolongan una situación que tarde o temprano sucederá, así que cuanto antes la afrontes, menos sufrimiento tendrás.
4. Poner un límite no es generar un problema, es encontrar una solución a algo que te estaba generando malestar. Discutir, exponer razones y dialogar es necesario en estos casos, y eso no es un conflicto, solo una conversación. Cambiar esta forma de verlo también te ayudará a ser más contundente en tus límites.
Para poder establecer límites, es necesario que siempre que algo te moleste, por pequeño que sea, lo digas, de una forma clara y directa. Esto no implica ser agresivo.
5. Trabaja tu autoestima diariamente para que te sientas seguro(a) y merecedor(a) de ese respeto. Ser auténtico(a) y coherente con lo que piensas, sientes y dices, te dará seguridad y fuerza para expresarte sin miedos.
6. Muéstrate a los demás tal y como eres, sin tratar de caerle bien a todo el mundo; es inútil e imposible, siempre habrá a quien le caigas mal por mucho que cedas, así que no tiene sentido tu renuncia.
Cuando no estableces límites, te justificas en que realmente no importa, sin embargo, si sabes que los demás te están invadiendo, sí que importa. Quéjate más y marca lo que no quieres.
7. Trata a los(as) demás como te gustaría que lo hicieran contigo y no “pierdas las formas”. Poner límites no es gritar, insultar, ni amenazar, y por supuesto no consientas que las pierdan contigo.
Ejercicios para poner en práctica los límites
– Pregúntate: ¿Qué es lo que quieres permitir y qué no? Los límites siempre son personales e independientes. Lo que a uno(a) le molesta tal vez a otro(a) no. Si ciertas actitudes te generan incomodidad o frustración, ahí es donde están tus límites. Mira primero qué te molesta y luego comunícalo.
– Practica delante del espejo aquello que tienes que decir para que cuando tengas a la persona a la que quieres poner un límite delante, te cueste menos esfuerzo.
– Empieza por poner límites a aquellas personas que sabes que no te van a rechazar para que cojas seguridad en ti mismo(a).
– Haz un listado de las creencias que te bloquean en esta toma de decisiones y cámbialas por otras que te refuercen la confianza y seguridad al poner límites.
Cuando empiezas a poner límites a los(as) demás, aparecen relaciones más igualitarias, con una comunicación sincera y en las que te sientes más cómodo(a). Te ayuda a estar más conectado(a) con tu ser y te hace ser más auténtico(a). Los(as) demás, lejos de sentirse amenazados(as), te verán con un mayor carácter y seguridad, lo cual está bien valorado a nivel social, y te respetarán más. No debes esperar que el/la otro(a) se dé cuenta de lo que necesitas. Los(as) demás solo verán lo que tú les muestres de forma clara.
Eres el/la único(a) responsable de tu vida y de tus acciones, ¿hasta cuánto estás dispuesto(a) a permitir?